Publicado en Portal Artefacto en Julio de 2008. Por Gonzalo Vieri. (Archivo Fuente)


Capicúa, editado en julio de 2008, es el disco debut de Pedro Restuccia como solista. Cantante y compositor uruguayo, la publicación corrió a cargo del sello independiente Panacea Producciones.

El disco muestra 18 canciones acústicas e introspectivas compuesta por el músico en los últimos dos años de trabajo, que no esconden la descendencia del Spinetta de los setenta y ochenta, o los afectos del folk-rock inglés ni de los cantautores del cancionero uruguayo.

Un debut musical prematuro, si consideramos los 22 años que tenía el músico ese año, aunque no ya en lo estrictamente musical, cuando consideramos las casi 20 canciones que se incluyen en Capicúa.

En sus propias palabras “Capicúa es un accidente en cámara lenta… una muestra del presente y una predicción para el futuro. (…) En lo musical, diría que se trata de canciones donde lo más importante es la melodía. Un disco de “melodías lindas”.

Cualquiera de ellas aparece más bien desnuda, instrumentalmente, apagada, dejando que lo menos tangible de la música (la melodía) sea lo que atraiga la simpatía del espectador. Porqué Capicúa es un disco de melodías, queda explícitamente claro cuando leemos una breve observación de Anthony Burgess, tomada de El misterio de la melodía que encabeza una de las carátulas del CD.

“Hay gente que pretende que ya no puede haber grandes melodías. Según ellos, con tan pocas notas en la escala musical, todos los temas originales deben estar ya compuestos y es inútil buscar otros nuevos. Tal afirmación es absurda. Hay todavía un infinito de libros que escribir con las veintiocho letras del alfabeto y hay también un infinito de melodías que crear con las doce notas y sus innumerables combinaciones rítmicas que esperan ser utilizadas. Simplemente hemos perdido el hábito de pensar melódicamente. Lo cual es mala cosa para nosotros, ya que nada hay en el mundo más conmovedor que una gran melodía.”

Bastaría revisar un poco el material gráfico del disco para avizorar la experiencia que tendría oír el CD. La guitarra acústica y Pedro en las penumbras luminosas, cantando desde un lugar opaco, silencioso y solitario, ejecutando sus melodías calladas. Los árboles ancianos (de la que Capicúa toma una fotografía para su portada), el verdor, las cuerdas de guitarras clásica, los lugares apartados, pero no rurales, sino más bien los espacios de paseo y recreación ciudadana, son los que desnudan la cualidad musical de este trabajo.