Agustín Acevedo Kanopa Caja Negra

Publicado el 20/12/2007 por Agustín Acevedo Kanopa en el blog Degollando Cisnes.


La música debe ser de las pocas cosas en que siempre recaí pero como un espectador sin llegar al hecho concreto de hacerla.

De antemano, me condenaba como un duro para la guitarra, y cuando recién empezaba a hacer ciertos avances, tuve que dejar para ir a psicólogo. Lo más cercano a la elaboración de algo relacionado con la música fue un breve período en que oficié de productor de un disco de un amigo llamado Pedro Restuccia.

El proyecto era tremendamente ambicioso, y hace poco me alegré de enterarme de que lo que había sido dos tipos pasandose meses en el ACID, mezclando pistas, mientras uno tomaba Colet y otro Biotop de durazno, terminó en un trabajo muchísimo más profesional, con una labor obsesiva característica de Pedro, que de seguro habrá dado sus frutos.

Lo más ambicioso de todo, era adaptar ciertos poemas míos a algunas canciones de Pedro, proceso que resultaba prácticamente imposible por mi afición a los versos largos y mi poca simpatía por la rima. Sin embargo, hubieron dos elementos que hicieron aquella labor posible: cambiar el orden de la producción, es decir, darle los poemas a Pedro y que él de ahí inventara las melodías, y mi incipiente gusto por Spinetta, artista que terminó por ser coagulante entre dos personas que progresivamente iban cediendo a gustos cada vez más centrífugos.

La influencia de Spinetta fue por doble partida. Me vino la idea de que el disco debía sonar como una mezcla entre Madre en años luz y Kamikaze, y de ahí comencé a escribir pensando en ciertas melodías. Pero sin lugar a dudas, el otro punto fundamental fue la escritura del flaco, la que a partir de allí me permitió concebir ciertas bondades de la rima y de los versos un poco más cortos.

Letras como Ella también y Cantata de los puentes amarillos me cambió la forma de concebir la confección poética, aspecto que no sólo influyó en aquel proyecto conjunto, sino que cambió bastante mi forma de escribir.

Curiosamente, a este disco que está por sacar Restuccia, se le acopla el lanzamiento de mi primer poemario, llamado Caja Negra. Es un libro cuyo poema más viejo data del 2002, pero que tomó un rumbo diferente y serio en el 2005, a partir de un mail aparentemente en joda que le envié a el fino. En dicho mail, entre toda una sarta de frases sin sentido, escribí “Hay que volver a ser el hermoso excremento, fuera de todo molde, libre de oler y repugnar”, concepción un tanto nietzscheana que sentó el punto de partida de todo lo que vendría a escribir después.

Tuve la oportunidad de presentarlo con personas muy importantes de la literatura uruguaya, como lo es Omar Prego, Luis Bravo, María Angélica Petit y Mariella Nigro, sumándole un prólogo de Amanda Berenguer y una presentación genial de Ojos del cielo, una banda integrada por Gustavo y Marcelo (tremendas guitarras de Buenos Muchachos) y la increíble violinista Viviane, banda que dejó completamente impresionados no sólo a amigos míos, sino a gente bastante mayor.Bueno, en fin, el libro aparentemente va a estar en librerías la última semana de diciembre, y me parece que mejor dejo acá de hacerme autobombo.

A lo que venía era que hace un tiempo escuché en vivo una versión que hizo Pedro de un poema mío. El tema se llamaba Cristal, y yo lo había pensado con cierta melodía que sorprendentemente se terminó asemejando bastante con la versión de Pedro, sólo que mantenía una diferencia fundamental en el estribillo: mientras que en el estribillo “Cristal/hoy te caes otra vez”, mi versión mental estaba cargada de una especie de dulce resignación, en la versión de Restuccia había algo esperanzador, unas notas que subían como si en los añicos del cristal se encontrara el material para hacer algo nuevo. Hay un momento que marca una diferencia fundamental entre la Solaris de Stanislav Lem y la versión de Tarkovski, y es en una escena donde Kelvin está discutiendo con uno de los científicos y este último le responde que el hombre en el espacio exterior sólo busca espejos. Tanto en el libro como en la película se dice literalmente lo mismo, pero en la forma de decirlo el mensaje cambia radicalmente. En el libro de Lem, el buscar espejos en el espacio exterior, singnifica de cierto modo ese desprecio cientificista de lo asintótico que resulta el conocimiento de la cosa en sí para un observador que nunca puede ser neutral. En la versión tarkovskiana, sabiendo lo tremendamente religioso que era el tipo, la frase deja entrever la completa necesidad del humano para encontrarse a sí mismo en el otro, precisamente, una especie de llamado al humanismo por sobre la ciencia.

Efectivamente, cuando yo escribía “cristal/hoy te caes otra vez”, para mí esos añicos en el suelo eran hojas de afeitar traslúcidas, mientras que para Pedro eran diamantes, lentes de telescopios para establecer contactos con otros mundos. Creo que en el manejo que se le da a esos dos versos, se concentran todas la diferencias de nuestra forma de ser, de una forma más diáfana que cualquier soliloquio psicologicista.

Luego de pasar más de un año sin escuchar nada de la música de Pedro, me levanté con unas ganas, o más bien una necesidad imperiosa de escuchar unas maquetas que el me había dejado antes de que nos avocáramos al proyecto. En efecto, todas esas canciones me seguían gustando como la primera vez, pero había algo completamente distinto, una nueva significación de las melodías y sus versos que me hizo desvelarme hasta las diez de la mañana, escuchando el disco como tres veces de corrido. Incluso llegué a desear que se mantuvieran los temas exactamente iguales, con ese micrófono grabando ambiente, con esos trasteos y ocasionales desafinaciones, una cierta belleza low fi a la que me referí una vez, hablando sobre Guided by Voices. Es así que por mera casualidad, unos días después de aquello, me llegó un mail de Pedro con un enlace de un tema escrito por mí, llamado Globo al aire. Sólo lo había escuchado una vez en vivo y me había agradado tremendamente, acordándome extrañamente de toda la melodía y un particular rasgueo de guitarras. La nueva versión tiene todos los chiches y posiblemente no podría ser concebida de una mejor manera. Sin embargo, podría decirse que Pedro hizo una versión libre del poema, tomando lo que necesitaba y dejando lo que estaba de más o era imposible de hacer encajar con la melodía. El poema original de Globo al aire nunca me terminó de convencer (no es casualidad que no esté incluido en Caja Negra), pareciéndome en cierto modo demasiado romántico (de romanticismo), una veta que con el tiempo fui atemperando, gracias a Dios. Escuchándolo ahora, pienso que el tema tiene todo para hacer enfurecer a un escritor, ya que todos los versos supuestamente más sofisticados fueron extirpados, quedándose el cantante con los más sencillos, los más transparentes de todos.

Y es entonces que me doy cuenta que a pesar de esta mutilación, el tema me parece aún más hermoso, y ahí es que voy al poema original y me doy cuenta de que sí, que realmente todo lo otro que había escrito estaba de más, y que Restuccia, siendo uno de los tipos con mejor oído para la melodía que conocí personalmente, siempre tuvo la razón. Y termino de escuchar Globo al aire y no puedo pensarlo de otra manera, y sí, a lo mejor sí, el hombre y el escritor buscan, necesitan encontrar espejos y no hojas de afeitar en el espacio exterior.